como una grieta
entre dos mundos.
Los niños corren ahí fuera
por el ancho prado,
riendo y jugando.
Llueve en el cristal
de la ventana
mientras observo tras ella.
Señor, ¿por qué no puedo salir a jugar?
¿por qué ríen esos niños
y yo estoy aquí?
Tienes que aprender a ser un hombre.
De pronto,
la grieta se abre
y todos los niños caen dentro.
Solo se escuchan las palabras:
Tienes que ser un hombre.