Los niños de la vecina ya no juegan en
la calle,
están llorando a grito callado
sobre sus duras almohadas.
Y cuando llegan a clase
se sientan solos en las sillas.
Sus compañeros los marginan,
pero les da igual
porque se están haciendo fuertes.
Llegan a casa,
su madre prepara la cena con una
sonrisa,
les arropa y les da un beso en la
frente.
Pero durante la noche,
cuando llega a casa su novio
y la calle se torna pútrida,
se despiertan con los gritos
y los golpes sordos de silencio.
Escuchan el cinturón desabrocharse.
Y noche tras noche,
cada vez quedan menos lágrimas.
Fracasan en la escuela,
peleas cada día,
hasta que los expulsan.
Su madre bebe mucho,
poco importa todo,
ni siente los correazos cada
madrugada.
Una noche,
los hermanos defienden a su madre
y su padrasto les golpea a puñetazos
en sus jóvenes caras.
De ellos no brota ninguna lágrima
porque se han hecho fuertes.
Muy profundo poema.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, se agradecen sus palabras.
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