viernes, 15 de diciembre de 2017

El mundo sigue girando

El mundo sigue girando,
tras muchos intentos de pararlo.
La historia se olvida
de muchos nombres,
de millones de hombres
que fueron héroes
y ya nadie se acuerda.

El mundo sigue girando,
a pesar de haber perdido la guerra,
de enterrar a los vivos
para hacer hueco a palabras muertas.
La verdad fue contada a los sordos.
La mentira es nuestra vida.

El mundo sigue girando,
aunque la victoria sea un fracaso.
Por los soldados que marcharon
para convertirse en osarios
y los corazones que amaron
para convertirse en esclavos,
el mundo sigue girando.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Olvido y nada

Hoy he visto la cruz,
frío es el castigo 
de los tardíos.
Cae el sol
cae el amor
caen los dioses.
La luz del foco,
los labios rotos
por los golpes
y los besos fríos.
El metal en la boca.
La distancia.
Dime adónde vas, bonita.
Voy con prisa,
siempre con prisa.
Entierro las palabras de mi espada
por la lluvia que cae
a la orilla de tu cuerpo.
Una lágrima recorre mi mejilla,
como un caballo salvaje
y loco
corriendo por prados de piel.
Esconde el humo
en tus verdes montañas,
guárdalo,
tendrás que pedir amor
algún día.
Soy tu sed 
y la mía,
tu deseo
y el mío.
El castigo de los dedos fríos 
que han conocido tu secreto.
Me entierro en tu mirada
como la piel se hace tierra,
tierra y olvido.
Olvido y nada.

jueves, 24 de agosto de 2017

A veces

A veces,
a veces sostengo el peso del mundo.
Otras el del amor.

A veces,
a veces soy un lobo,
un lobo entre desconocidos.

A veces,
a veces no sé quién soy,
mi corazón no es esclavo de la cordura.

¡Qué luna sin brillo!
¡Cuánto amor sin dueño!
¡Maldita Muerte sin sueño!

Cuán invisible me veo ante tu mirada,
como hielo en el fuego,
como el fracaso ante la esperanza.

A veces,
a veces mi nombre no significa nada,
hasta que me nombras.

A veces, 
a veces me pierdo tanto en la oscuridad
que no sé volver.

A veces,
a veces te espero
hasta que el fuego no quema.

¡Qué océano sin corazón!
¡Cuánta agua brota de mi pecho!
¡Maldito tiempo sin final!


sábado, 19 de agosto de 2017

El cazador

Una vez, al filo ebrio y frío de la noche,
conocí a una inmortal en un bar.
Su piel, blanca cual final, imantó mi ser en la barra.
Loco o sabio, le pregunté cómo era vivir preso de su condición.
Triste ver cómo cambia el mundo, me dijo,
triste ver cómo todos desaparecen.
Cuatro botellas murieron antes de confesar que esperaba a su marido,
pero mi afilada respuesta la hizo reír, y aprovechando su sonrisa,
le prometí enseñarle el secreto de la muerte y de la vida.
Entre tanto, una bandada de cuervos graznaba en la lejanía.

 Las palabras cedieron su asiento a dedos curiosos,
que buscaban contagiarse de su néctar como un virus.
Esperando la tormenta sin paraguas, los graznidos llegaron a la puerta.
Medio sordo y envenenado, me lancé a morir en silencio,
luchando por una guerra que no era la mía
y por una causa la cual no alcanza a comprender.
Y de repente, como un súbito rayo atravesando el bar,
un puño de hierro borró mi ser y mi nombre,
arrojando mi cuerpo al negro vacío
mientras los cuervos arrastraban mi cuerpo cual Aquiles.

 Poco tardó mi ánimo en recuperarse, no tanto como mi cuerpo.
Cada noche de hospital, un zafio sueño llegaba sin ser invitado.
En él, aparecía de rodillas en un bosque húmero y solitario, y en mis pies,
un hacha corta con grabados en una lengua intelegible.
Un gruñido en la oscuridad denotaba que no estaba tan solo como pensaba.
Unos ojos me observaban, una respiración agitada quebraba el silencio.
Un oso se dirigía hacía mí a gran velocidad,
y yo, levantando el hacha, corría hacia él,
sin miedo a la derrota, sin miedo a la muerte.
Y justo en el momento fatal, me despertaba.

 Tras dejar el hospital, abrí la puerta de mi casa
para descubrir que esas cuatro paredes ya no eran mi hogar,
ni siquiera mi vida lo era. El oso era mi destino.
Y con la certeza derrotista, guardé lo necesario en una mochila:
dinero, ropa, algo de comida, tabaco y mi anillo de la suerte.
Tras estar rato observando recuerdos,
decidí quemar los restos de mi esclavitud, empezando por el apartamento.
Un fantasma vivo que huye de sus responsabilidades para morir por su sueño.
Y a punto de montar en el barco que me llevaría al norte,
me sequé la última lágrima dejando el pasado atrás.

 Con el dinero ya extinto, y miles de epopeyas acontecidas
junto a demonios y algún que otro ángel, dignas de ser cantadas en la eternidad
del palacio donde aguarda la grandeza, mis pertenencias fueron decreciendo.
Desnudo en la ventisca, el águila y la serpiente,
el hijo de la tormenta recorría extensiones ruinosas hasta llegar al fin del mundo.
Y sin tabaco y con el anillo como último recuerdo de un pasado,
que a estas alturas ya parecía más una vaga ilusión creativa,
conocí a un marinero. Éste me preguntó por qué iba tan lejos de la civilización,
y tras contarle mi destino, me respondió de la misma forma que hicieron aquellos
con los que me crucé hasta llegar allí: "estás loco".

 Cuando llegamos a la orilla arenosa, en la tierra donde el hombre no es bienvenido,
vi que el marinero era el dueño del hacha de mi sueño.
El afilado hierro por mi anillo, el futuro por el pasado, un trato justo.
Me interné en el bosque, viendo como se perdía en el horizonte el bote y su capitán.
La entrada de un nuevo dios en la naturaleza, pues la búsqueda de mi adversario fue acto mermante.
Tras días caminando por ramas y hojas caídas, alimentándome de plantas silvestres,
mis fuerzas parecían abandonarme. Solo escuchaba en mi cabeza ¿pensará en mí el oso?
¿sabrá cuál es el destino que nos aguarda?
Y tras una puñalada de anemia, el hacha se deslizó de mi mano, provocando un orquestal sonido metálico
al chocar con el suelo en el momento exacto en que mis rodillas fallaron.

 Entonces, el gruñido. Allí estaba, había venido. Ojos que penetraban desde la vegetación.
Su agitada respiración advenía el combate, agarré el hacha. Y como esperando una señal,
empezamos a correr el uno hacia el otro, destinados a esa gran batalla.
Y a menos de dos metros, con un salto de la altura de un sol, dirigí mi hacha contra su cuello,
mientras que el oso, cargó con potencia su garra hacia mi costal. Ambos golpes resultaron certeros.
Mi enemigo y yo nos precipitamos aún con su zarpa en mis costillas y mi hierro en su garganta.
Mi cabeza quedo justo en su barriga, herido de muerte, escuchaba al animal respirar con dificultad.
Nuestra sangre caliente se entremezclo, y nos convertimos en una leyenda eterna de aquel bosque.
Una pesada respiración fue el preludio del espasmo cadavérico del animal,
mientras que mi mirada se perdía en la oscuridad, observando dos nuevas estrellas que, poco a poco, ganaban brillantez.

lunes, 3 de julio de 2017

La sombra en la oscuridad

Voy a dar un paseo
por los retales de la ciudad.
Vidriadas montañas de acero y hormigón
reflectantes con las historias que esconden.
Yo no entiendo de fuego
aunque mi paso sea llama.
Escucho la sombra aullar
en mis pasillos
"¡libérame, ya nos conocemos!",
y temo.
Muchos cuerpos sin luz
se han perdido en la oscuridad,
confiados en su orgullo,
ciegos sobre el camino.
Las farolas lo recuerdan.
Sigo caminando.
Amantes, amantes,
amad la soledad cuanto antes.
Las grandes guerras de la bondad
se luchan con odio.
Ruge la espada ante el olvido,
¡un lamento solo existe si alguien lo escucha!
Los gritos de la sombra
enmudecen mi presencia
"libérame,
no eres nada sin mí".
Paro de caminar,
levanto la cabeza y no veo el camino.
¿Me he perdido?

miércoles, 24 de mayo de 2017

La traición de un parpadeo

La traición es un beso amargo
de un dios humano
y una mujer eterna,
la razón de mi atadura
una lágrima ardiente
y una herida.
Una llamada del destino 
que resuena en mi esqueleto,
garganta que aguarda la llama
del delirio y la necedad.
Locura en el viento
y el asfalto 
donde se olvidan los pasos.
Tiempo ganado
en el monte de tus cabellos
y la justa balanza
de tus dudas y verdades.
Un vagabundo entre los sueños
de los párpados que se cierran y dan vida.

viernes, 19 de mayo de 2017

Una historia de carretera

(Este poema huele a gasolina)


Rodando rodando
mis ruedas giran tan rápido
que mi coche va volando.

El aire es asfalto,
la carretera se derrite con mi paso,
tengo un tigre encerrado en el capó.

Cuatro moteros persiguen mi apocalipsis,
no tengo el tique
para devolver este beso robado.

!Párate o disparamos!, gritan
mientras me enciendo un piti
acelerando en la autopista a mi fin.

Rodando rodando
mis ruedas giran tan rápido
que mi coche va volando.

Dos luces me persiguen
como la vida y la muerte
maldiciendo por el megáfono.

Las balas comen retrovisores
y un bloqueo de oceánico azul
me obliga a ser grano y trigo.

Atropellados los cultivos,
el granjero blande su escopeta
mientras relincha su caballo.

Rodando rodando
mis ruedas giran tan rápido
que mi coche va volando.

Mi zapato ya toca el asfalto
después de tanto acelerar
dirigiendo la caravana del humo.

La interminable autovía,
llena de dioses de carretera,
siente su final, al igual que yo.

Recita mi motor
la última poesía
del acantilado y la interminable autovía.

Rodando rodando.


martes, 9 de mayo de 2017

La guerra de las nubes

La guerra de las nubes azota tu cuerpo,
la lluvia dispara a tu pelo y tus montañas.
Por un amanecer funesto en tus pestañas
muerto ha nacido el tiempo sin locura.
Oh, es el final,
¡y qué eterno final!
Es un lujo sentir la ira del reloj,
abrazar tu recuerdo
como caricia de luz de sol.
Sostén tu aliento
para cuando la muerte enmudezca.
Le grito a tu reflejo
no desaparezcas,
no desaparezcas.
Le rezo a tu cuerpo
para que vuelva,
para que vuelvas.


martes, 18 de abril de 2017

El paso del tiempo

El cielo se oscurece
y clarea,
como el destino.
Miles de bocas plásticas,
besos vacíos,
caen en un hoyo
de simpleza y deshumanización.
Flores sin pétalos.
Intento romper con la cárcel del poema,
destruir mi alma
para poder sacar algo hermoso.
Pero lo único realmente hermoso,
es todo,
lo que nos rodea,
nosotros mismos.
Tantas mujeres
que desaparecen en el tiempo.
Un imperio de prejuicios,
que arde ante el deseo.
Y la única verdad,
es que algún día,
nadie será nada.

domingo, 8 de enero de 2017

El baile de los pingüinos

Es frío y distante.
Al baile de los pingüinos 
hay que ir de traje y elegante.

Mis dedos son dos gánsters, 
que tras tanto acariciar tu foto 
han hecho desaparecer tu rostro,
¡tan doloroso e interesante!

Es frío y distante.
Al baile de los pingüinos 
hay que ir de traje y elegante.

Cavo con una pala en mi corazón
para encontrar algo que brille, 
y he atravesado la pasión
llegando a una tierra extranjera.

Es frío y distante.
Al baile de los pingüinos 
hay que ir de traje y elegante.

Le digo a mi lengua que tire del trineo 
en la carrera contra el ocaso del sol por el glacial.
Quedo tercero
y no subo a tu podio.

Es frío y distante.
Al baile de los pingüinos 
hay que ir de traje y elegante.

Subo con un niño a por una flor a la montaña.
No la encontramos y me grita
¡No quiero estar aquí, me quiero ir!
Le suelto la mano y lo abandono en el frío.

Es frío y distante.
Al baile de los pingüinos 
hay que ir de traje y elegante.

Mi amor ha encontrado las fotos de mi boda,
se ha largado.
Y aunque ahora duermo en una cama individual, 
siempre colocó una almohada por si mi esposa, la Muerte, vuelve al colchón.

Bienvenidos 
al baile de los pingüinos,
adelante.

martes, 3 de enero de 2017

Tengo clavada una mujer


Tengo clavada una mujer
entre la esperanza y el olvido,
entre el costado del lamento
y mi vida entera.
Tengo clavada una mujer
entre las esmeraldas 
y el monte natural.
El humo se desvanece
entre las lágrimas 
y las cuerdas de una guitarra muda.
Tengo clavada una mujer
entre mis heridas de muerte.
Desaparecido el dolor
y los amores pasados,
mis recuerdos 
son velas que se pierden en un océano 
de sal y esqueletos.
Tengo clavada una mujer 
en la lentitud de la eternidad,
caigo en sus ojos
y no sé volver.

lunes, 2 de enero de 2017

En taxi para casa

Amanece un nuevo día,
en un nuevo año,
en una nueva vida.
Comparto taxi con la Muerte,
la Soledad y los Celos.
Les pregunto
¿por qué quiero tan mal?
Me contestan
"¿tienes suelto?
solo tenemos un billete de veinte".
Mis lágrimas son un tobogán
con el que cogen velocidad mis sueños,
con el que desaparece mi verdad.
Empujo a los demonios a la oscuridad
pero me agarran
en la caída.
Los besos escapan
porque hay otros labios mejores,
todo se me escapa
y ya no sé que hacer para remediarlo.
¿Dónde puedo ir para comprar amor,
por favor, lo venden ahí?
El taxista pregunta
¿es por aquí?