miércoles, 16 de abril de 2014

Nadie lo desea

Un nuevo día
que nace sin quererlo,
sin que nadie lo desee.

Hay que morir para poder nacer,
como hay que ser esclavo
para conocer la libertad.

Los diamantinos corazones
no se hunden en los negros pozos
donde si lo hacen los recuerdos.

¿Somos hombres de Dios
o es Dios de los hombres?

Acusadores dedos apuntan a sus dueños
que vuelven a encender las hogueras
con las esperanza de que los profetas renazcan de las brasas.

Ligo en la barra con una belleza llamada Muerte,
hasta que termino susurrándole al oído
"no estás aquí para que te invite a una copa, ¿verdad?"

Tal vez Dios venga a cobrar lo que ha prestado,
quizás sea el tiempo,
incluso puede que sea el banco.